A estas alturas de la historia, ya nadie duda de que la desaparición de la nube de Atocha es obra de un rapto, no premeditado y oportunista, pero rapto al fin y al cabo. La llave inglesa encontrada en el punto kilométrico 39, arcén derecho de la autovía de Andalucía, podría arrojar pistas sobre el modus operandi del supuesto raptor, aunque sospechar de un fontanero en este caso parece sospechoso. El rastro plateado aparecido el primer día traza un sendero exacto desde Atocha hasta Despeñaperros, donde, para desgarro del equipo policial que lleva el caso, la señal se difumina entre los barrancos y cortados.
El vecindario no obstante sigue disfrutando de los destellos de Sol y de nuevos atardeceres que habían desaparecido en la memoria de las gentes más mayores del barrio. Este tan nuboso asunto ha destapado el problema de fuga inconsciente de sueños de los vecinos de la zona, lo que les ha puesto en alerta y está favoreciendo que los nuevos y viejos sueños que persisten en sus corazones encuentren ahora más rápido cauce para su ejecución, o en su caso, sean puestos a más cariñoso recaudo en espera del momento oportuno en que puedan desplegarse infinitamente.
En cuanto a los sueños desaparecidos junto a la nube de Atocha, la opinión generalizada de vecinos, notarios y un señor de Murcia que acostumbra a pasar los martes por el ministerio de agricultura a pedir un vaso de agua, es que acabarán volviendo por su propia esencia y en forma de lluvia atlántica. De hecho hay quien se atreve a afirmar que los mismos sueños habrían colaborado en el rapto da la nube, para poder fluir y ser.
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Jose
el fontanero soñaba ser caracol
31 de marzo, 2014
Microcuentos de la nube
Madrid, autovía de Andalucía, Alcalá de Guadaira
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